LA ETERNA CONTRADICCIÓN ESPAÑOLA Y EL FALSO PESIMISMO EN EL NUEVO MUNDO.

Ilustraciones cortesía de Nikoko.

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CONTRADICCIÓN ESPAÑOLA

A menudo me encuentro en medio de la misma conversación. En realidad es una conversación «bitópica» (valga el vocablo recién inventado) en la que por un lado se alaban las bonanzas y la calidad de vida española para, acto seguido, oscurecer nuestra buena estrella en un súbito y bipolar cambio de juicio.

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«No sabemos lo que tenemos…», o «en España se vive como en ningún otro sitio», o, «la calidad de vida española es la mejor del mundo»… ¿Te suenan todos estos tópicos? Si España es un lugar tan maravilloso para nacer, ¿Qué nos pasa a los españoles? ¿Somos unos pesimistas patológicos? ¿Somos incapaces de apreciar todo lo bueno que tenemos?

Los extranjeros que han viajado alguna vez a España de un modo u otro han captado ese vaivén emocional tan nuestro. Esa reciprocidad inmemorial amor-odio en perfecta armonía permanente. Nuestro carácter conquistador y quejumbroso, generoso y suspicaz, explosivo y perezoso, gregario e independiente, indolente y narcisista, inconstante y decidido, místico y cruel,  jaranero y taciturno, impuntual y hospitalario, divertido y fanfarrón… la eterna contradicción española.

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Somos unos personajes de lo más entretenido, alegres como una buscona vivaracha pero al borde de algún lamento Cervantesco.

Para entender el porqué de nuestro ADN emocional es fundamental entender a personalidades tan maravillosas como Goya, Cervantes (y todo el Siglo de Oro), Dalí, Buñuel, el cantante Julio Iglesias, el torero Manolete, Almodóvar, Nadal e incluso haber sido testigo de los estentóreos destellos que irradian las personalidades más encumbradas de la telebasura y algunos jugadores de fútbol también.

Se conoce al español auténtico buceando a través de nuestro pasado. Nuestra historia tantas veces descuidada, minusvalorada, está llena de luces y sombras; de momentos de gloria de los que sentirse orgulloso -aprovecho para reivindicar al héroe Blas de lezo– y de otros tan absurdos y caducos como el tópico de las «dos Españas» (una conservadora, otra progresista)  del que algunos pretenden hacer carrera. ¡Ah! no olvidemos la España soleada, flamenca y taurina cristalizada en el marketing que exportamos… pero para no soporizar a las 2 o 3 señoras -que con estoicismo- todavía siguen este blog no ahondaré en el tema.

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En el fondo y a pesar de nuestra afición por «autoaporrearnos» y compararnos con los demás territorios, sabemos muy bien que España es un país maravilloso para vivir, solidario, peleón, lleno de contrastes y de buena calidad humana. Creo que la sempiterna autocrítica que tanto nos caracteriza es en el fondo una forma de entretenimiento que a ritmo de sainete nos sirve para animar las tertulias.

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FALSO PESIMISMO EN EL NUEVO MUNDO

El pesimismo viaja rápido por el mundo. Pero es un pesimismo que tiene mucho de inventado. Su único fundamento es cultural, heredado y poco acorde con la realidad.

El escritor sueco Hans Rosling analiza en su libro Factfulness los problemas del mundo y cómo son percibidos por los distintos países. Ante la pregunta «En los últimos años, el porcentaje de la población mundial que vive en condiciones de extrema pobreza… ¿Se ha duplicado? ¿Se ha mantenido? ¿Se ha reducido a la mitad?». La respuesta correcta es la última, pero la gran mayoría de los españoles eligió la primera, la duplicación. ¿Por qué?

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A nuestra forma natural de entender las cosas hay que añadir el desconocimiento de la realidad del mundo. Aunque no nos lo creamos, el mundo va a mejor. Si, muchos estarán pensando en la Inteligencia Artificial, la ingeniería genética, las pandemias, el cambio climático, el auge de los populismos y totalitarismos, las nuevas enfermedades… todas ellas cajas de Pandora imprevisibles e inquietantes. Pero la realidad es que cada vez vivimos más y mejor.

Mal que nos pese, tenemos una visión incompleta de la realidad. Las malas noticias parecen tener mayor poder sobre nuestra mente, mientras que las buenas las damos por hechas o las obviamos: un video de un edificio en llamas genera mucha más interacción que una noticia titulada «descenso de edificios que arden este año».

Saber reconocer que las cosas en su conjunto van bien no significa ser un desalmado insensible a toda desgracia ajena. Significa conocer las estadísticas y saber contrastarlas. ¿Sabías que en los últimos 30 años las personas que viven en la pobreza extrema han pasado de un tercio a uno de cada diez? ¿O que en los últimos 35 años los fallecidos en guerras han caído a la cuarta parte? Además una actitud positiva beneficia individualmente y por tanto al conjunto.

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La pandemia del Coronavirus ha acuñado el término Nuevo Mundo: nuevas costumbres y formas de relacionarnos, nuevos hábitos socioeconómicos (fijate en el auge del comercio online y el teletrabajo). ¿Será todo mejor a partir de ahora después de este enemigo invisible? Esta sacudida de la que empezamos a emerger ha generado una nueva consciencia global. Un saber valorar todo lo bueno que nos rodea, dejando la mala sombra del pesimismo a un lado.

El pesimismo compulsivo genera parálisis, siendo una de las peores epidemias a menudo alimentada desde lobbies populistas que buscan desvirtuar el progreso de la humanidad. Tenemos muchas razones para ser optimistas -que no crédulos-, saber tomarnos las cosas con humor  y olvidar toda esa demagogia fúnebre neoautoritaria.

Bueno, a no ser que seas español y te encante refunfuñar mientras tomas el aperitivo y arreglas el mundo.

 

Syllabus is the young Spanish school for the people who Spanish

 

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