Cuando los surfers hablaban de vivir en el verano sin fin o the endless summer (dejo caer de paso el título de la trascendente, encantadora y clásica película de surf, todo un hito del subgénero) no significaba que fueran a entregar sus almas al arte de correr por ondas de agua salada y a celebrar su euforia bajo las estrellas mientras vaciaban botellas de cerveza, soplaban la harmónica y tocaban la guitarra en la playa. Bueno, un poco si, pero sobre todo significaba vivir en la búsqueda permanente de aquellas latitudes donde continuar surfeando bajo el sol, donde la alegría del verano fuera eterna.
Y eso era así porque la mayoría de los que estáis leyendo esto habéis conocido 4 estaciones bien diferenciadas. ¿Estamos viviendo un cambio térmico definitivo? Este año el “mercurio” parece haberse apoltronado en un verano sin fin porque ya contamos 6 meses consecutivos de temperaturas más altas de lo normal, además, se está convirtiendo en costumbre. El verano se ha apoderado del otoño y no quiere soltarlo.
Obviando las bonanzas del buen tiempo, no cabe duda de que las consecuencias ecológicas, ya a corto plazo, están siendo inquietantes y nosotros como cualquier otra criatura de la tierra tendremos que adaptarnos a veranos cada vez más largos y calurosos e inviernos más templados y cortos, con golpes de frío intenso radicalmente esporádicos.
Esta nueva forma de vivir la meteorología nos dirige inexoráblemente hacia la bi o tri estacionalidad, y es aquí donde la lengua empieza a hacer su trabajo, mejor dicho el ingenio creativo de sus hablantes que generan las palabras de su época.
Fusionar términos no es nuevo, lo hemos visto en “amigovio” o “papichulo” ambas recientemente aprobadas por la RAE. Verano y otoño no quieren separarse y se han convertido en “veroño”, siguiendo el mismo proceso que las 2 anteriores aunque por el momento se encuentra en el “Observatorio de palabras” de la Academia, que define el vocablo así:
“El neologismo veroño es un acrónimo formado a partir de las voces ver(ano) y (ot)oño que se usa coloquialmente para referirse al periodo inicial del otoño en el que aún se mantienen temperaturas propias del verano”.
Toda la vida se llamó veranillo de San Miguel (espacio de tiempo entre finales de septiembre y principios de octubre), pero ha cogido tanta confianza este fenómeno que quiere llegar hasta el veranillo de San Martín, a mediados de noviembre.
El veroño (quién no ha escuchado alguna vez eso de “adiós verano, hola veroño”) tiene la capacidad de producir situaciones bastante paradójicas, como darte un paseo por la noche en chanclas mientras te comes un cucurucho de castañas o salir de casa con paraguas, tanto para protegerte del sol como de la lluvia.
El término, gestado en Twitter hace poco más de 10 años, no convence a todo el mundo como normalmente ocurre con los neologismos de esta jaez. Para algunos es una palabra cursi recalentada en las redes sociales, para otros es una realidad atmosférica cortesía del cambio climático a la que no queda más remedio que adaptarse. El tiempo dirá si veroño es lo suficientemente poderosa como para buscarse en el diccionario.
Sin quererlo y sin necesidad de movernos de nuestra ciudad, somos parte del eterno verano, aunque esta vez sin aquel espíritu bohemio de los viejos surfistas.
Syllabus is the school for the people who ♥ Spanish
Un artículo muy actual e ingenioso.
Gracias.