Niños y jóvenes, ¿qué necesitan de los adultos?

Hacia la playa

 

El recorrido de la vida es comparable a un «Camino de Santiago» donde las primeras etapas son decisivas en el desarrollo emocional de los niños. Con este símil, la experta en coaching Ana G. Medialdea, vuelve a escribir para Syllabus acercándonos cuestiones que interesarán tanto a profesores y educadores como a alumnos. Gracias Ana.

Decía Oscar Wilde que el mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices. Partiendo de esta afirmación y de la realidad incuestionable de que los niños y jóvenes de hoy son los adultos de mañana y, por tanto, son ellos los que pueden crear un mundo mejor, parece evidente que una de las responsabilidades y compromisos más importantes que tenemos como padres, profesores, educadores o simplemente como miembros de la sociedad es poner todo de nuestra parte para contribuir a su desarrollo mental, emocional, espiritual y físico.

Vivir es como ser peregrino en el Camino de Santiago; se van recorriendo etapas que pasan y no vuelven más que en los recuerdos. Sin embargo, las experiencias vividas en cada etapa van dejando huella y marcan nuestras pautas de conducta, nuestras decisiones y, en definitiva, nuestra vida de una forma sorprendente aunque habitualmente no caemos en cuenta, en el mejor de los casos, hasta bien entrada la edad adulta.

De todas las etapas de ese Camino de Santiago que es la vida, la más relevante y decisiva para nuestro desarrollo como personas es, sin lugar a dudas, la infancia y la adolescencia. De ahí la necesidad de que todos los adultos hagamos un acto de reflexión respondiéndonos a preguntas como:

– ¿Cuál es mi labor y responsabilidad como padre?

 

– ¿Cuál es mi labor y responsabilidad como profesor y/o educador?

 

– ¿Qué resultados estoy obteniendo?

 

– ¿Cuál es mi grado de compromiso como padre y/o profesor?

 

– ¿Qué siento que me faltó en mi niñez o que hubiese necesitado de mis padres y/o profesores?

 

– ¿Qué no estoy escuchando o a que estoy haciendo oídos sordos de lo que me quieren decir mis hijos y/o alumnos?

 

– ¿En qué medida soy responsable de la infelicidad, el fracaso y, especialmente, la falta de motivación que tienen nuestros jóvenes?

 

Estas son sólo algunas de las preguntas que como Coach profesional se plantean los padres y profesionales de la enseñanza que vienen a mi movidos por el propósito de acompañar mejor a sus hijos y/o alumnos en la etapa, como decía anteriormente, más decisiva en la vida de cualquier persona.

Como apasionada de todo lo que rodea al funcionamiento del Ser Humano, como profesional del Coaching, como ex deportista de élite y desde el intenso y fructífero trabajo de desarrollo personal que he llevado a cabo desde que era una adolescente, creo incondicionalmente en las personas y en su potencial.

Esta a priori confianza incondicional en las personas, me lleva a partir de la premisa de que todos lo hacemos lo mejor que podemos. Sin embargo, y haciendo hincapié en que mi mensaje y llamada a la reflexión tiene una intención absolutamente constructiva, todavía estamos lejos o nos desviamos con demasiada frecuencia del camino que más y mejor inspira a los niños y jóvenes a encontrar su felicidad y a desarrollar su máximo potencial.

Y es que una cosa es tener intención de ayuda y otra bien distinta conseguirlo. Es decir, hacer o dejar de hacer aquello que realmente produzca cambios y resultados positivos en niños y jóvenes. En definitiva, de lo que se trata es de ayudarles a que se encuentren a ellos mismos y a que desde ese lugar que, tanto en Coaching como en Medicina Integrativa, llamamos identidad se acerquen lo más posible al potencial con el que nace cada uno.

La mejor forma que tenemos los adultos de contribuir al bienestar y al desarrollo emocional de niños y jóvenes es comprometiéndonos con un trabajo personal que nos permita conocernos, gestionarnos y liderarnos mejor. Sólo logrando la mejor versión de nosotros mismos seremos capaces de inspirarles y acompañarles en su camino, respetando su identidad sin traspasarles aquello que no hemos resuelto con nosotros mismos. Y esta es una de las formas en las que un Coaching riguroso y profesional se pone al servicio de la sociedad: contribuyendo a que las personas adquieran el aprendizaje que necesitan para desarrollarse, logrando su máximo potencial y mejor versión.

Las emociones básicas son los conductos a través de los cuáles manifestamos la situación en la que se encuentra nuestro estado anímico y por eso juegan un papel protagonista a lo largo de  nuestra vida. Si bien esas emociones básicas son cinco se pueden resumir en dos: el amor y el miedo. Lo anterior básicamente quiere decir que las personas podemos vivir desde el amor o desde el miedo.

Con el amor nos expandimos, con el miedo nos encogemos. Con el amor nos abrimos, con el miedo nos cerramos. Con el amor confiamos, con el miedo dudamos. Con el miedo sentimos soledad, con el amor se desvanece la soledad. Cuando hay amor, nos reconocemos y descubrimos lo mejor de nosotros mismos.

Los niños nacen sin miedo. Si la sociedad puede ayudarles y apoyarles para que permanezcan sin miedo, si la sociedad puede ayudarles con todos sus medios a ser aventureros, aventureros de lo desconocido, y si la sociedad puede provocar una búsqueda en vez de darles creencias muertas, entonces los niños y jóvenes se volverán grandes amantes, amantes de la vida.

No hay mayor religión que el amor y es responsabilidad de cada uno recorrer nuestro camino para llegar a él con el propósito de humanizar la educación. Una educación del Ser que contribuya a que niños y jóvenes sean más felices, descubran su máximo potencial y aquello que les motiva en la vida.

 

¡ENTRE TODOS PODEMOS CO-CREAR UNA COMUNIDAD EDUCATIVA TRANSFORMADORA PARA UN MUNDO MEJOR!

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