Uno de nuestros primeros artículos hablaba sobre como una actitud abierta y optimista solamente podía beneficiarnos a la hora de aprender. En la vida cotidiana nos interesa aplicar la fórmula del optimismo a nuestras palabras y que ellas nos vuelvan más positivos.
¿Has pensado alguna vez en el poder que tienen las palabras que usamos a diario? ¿Elegimos las mejores palabras de nuestro repertorio o simplemente abrimos la boca y dejamos que salgan de manera automática?
Lo que ocurre es que inconscientemente hablamos utilizando «frases prefabricadas» sin preocuparnos demasiado por cómo influyen sobre nosotros a nivel psicológico. Con frecuencia nos perjudicamos en pequeñas dosis al introducir ideas negativas en el lenguaje. Digo esto sin querer adentrarme en territorios como la psicología o el coaching, en los que no soy experto.
Haz una pausa y compara «soy tonto, elegí la peor opción» con «me equivoqué, la próxima vez acertaré». Si te identificas más con la primera versión, es el momento de hacer un cambio, piensa en cómo hablas normalmente y si te afecta de manera positiva.
Pues bien, démosle la vuelta a la tortilla porque por suerte existen soluciones fáciles que mejoran nuestra autoestima y la percepción que los demás tienen de nosotros. Empieza por estas tres:
1. Cambia «agobiado» por «a tope».
Nuestra sociedad nos empuja (y nos mide por ello) hacia una realización que tiene que ver más con lo productivo que con lo personal. Esto nos produce una presión y un stress que a veces nos supera sin darnos cuenta.
Cuando nos preguntan «¿qué tal?» y contestamos «agobiado», sin quererlo estamos convirtiendo nuestra cabeza en el camarote de los hermanos Marx.
Prueba a cambiar el enfoque y substituye «agobiado» y toda la carga negativa que conlleva por la enérgica «a tope». Demuestra con este simple hábito que eres tú quien tiene el control sobre la actividad de tu vida y que eres capaz de disfrutar con ello sin dejar de lado tu felicidad. Así de sencillo.
No te agobies que es peor.
2. Adiós al debería, debo y tengo que.
Si hay algo que podemos decir de los verbos modales es que son capaces de limitar nuestra flexibilidad y autonomía.
«Debería hacer más ejercicio»; «Debo hacer la compra hoy a las 5 de la tarde»; «Tengo que escribir a mi novia para que no se enfade».
Todos ellos nos imponen un sentido de obligación más o menos fuerte, nos limitan y «reprimen». Estos verbos tienen un alto componente de rigidez que lejos de favorecer la diversidad (posibilidades) en nuestras acciones crean un impacto negativo sobre nuestra psique.
Fíjate en el debería. «Los deberías» tienen el peligro de volverse demasiado habituales y entrar en loop en nuestro habla. Si ese es el caso, conviene pensar en lo que realmente te importa. ¿Debería realmente preocuparme por todas las cosas que «debería» hacer? ¿Me sirven de algo? ¿Me hacen sentir bien? ¿Me proporcionan algún tipo de beneficio?
Si la respuesta es no, saca todo esos «deberías» de tu vocabulario y sustitúyelos por prácticos «voy a»; «voy a ir a…»; «quiero»; «haré»; «puedo»; «me encantaría»; «me gustaría»… todos estos términos tienen connotaciones positivas. Suponen una acción y por lo tanto un resultado. Desde el momento en que tomas tus propias decisiones te conviertes en una persona potencialmente productiva a través de la experiencia de hacer cosas.
También puedes aplicar esta fórmula al «debo» y al «tengo que».
3. El poder del «todavía».
Mejor verlo con un ejemplo: «No he encontrado mi trabajo ideal». Si añadimos «todavía» o una palabra o frase similar, el significado cambia y la probabilidad de éxito aumenta. Conseguimos rebajar el nivel de ansiedad y suavizar la sensación de «no estar a la altura» que nos producen este tipo de situaciones. «Todavía» o «aún» dan a entender que estamos en ello, seguimos en el proceso de búsqueda que nos mantiene en una actitud activa.
Además, el adverbio en cuestión, consigue que nuestra percepción de esperanza aumente y que abramos nuestra mente a nuevas/ distintas posibilidades que se nos presenten.
Estas han sido algunas ideas para encontrar energía positiva en las palabras.
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Estupendo. Sentirnos bien a través de nuestras palabras es fácil… con pequeños cambios.
¡A practicarlo!
Viéndolo de un modo musical, un pequeño twist te genera un gran swing.
Muy interesante