Hipster mira que cosas

 

Valle Inclán

Ramón del Valle-Inclán se reveló literariamente a su manera

 

Los hipsters son narcisistas y estetas hasta la médula. Este selecto grupo adorador de los gustos superiores tiene como todas las tribus urbanas sus referencias musicales, literarias, cinematográficas y artísticas en general. Víctor Lenore explora esta subcultura aparentemente rebelde en su reciente libro Indies, hipsters y gafapastas , y con ojo crítico disecciona el fenómeno en tendencia cuyo nombre, hipster, se acuñó en la Norteamérica de los 40 para referirse a los aficionados al jazz y a un estilo de vida que Jack kerouac enseñó al mundo en su obra de culto En el camino.

La sociedad «multitendencia» en la que todos pululamos está bien. Es divertida, productiva comercialmente y muchas veces absurda intelectualmente. Es experta en favorecer bonitos envoltorios en pos de resultados que a veces carecen de auténtica calidad. Algo así ocurre con toda esta efervescencia cultureta de nueva hornada en la que los nuevos abanderados de lo in lucen barbas escrupulosamente recortadas y gafas de pasta de anticuario.

No tengo nada en contra de esta contracultura autocomplaciente, valga la redundancia, aunque a veces tengo la sensación de que invierte más horas de vuelo frente al espejo que en la librería, y no será porque no se haya creado toda una pseudoindustria preocupada por saciar sus supuestas exquisiteces intelectuales. ¿Hipsterismo tal vez?

Tanto si eres español como si no, un soberano consumidor de lo vintage o un miembro de cualquier otro clan social conocido, aquí te dejo 3 salvavidas para actualizar tu discurso y para que no puedan decir que tu impecable trabajo de estilismo no encontró el respaldo cultural que se merecía.

Imagínate, vas con tus superpintas acompañado de tus amigos a ver una reposición de Lost in translation (Sofia Coppola, 2003), título alabado por todo hipster que se precie, y como has leído este artículo puedes explicarles que… el cine hipster como tal no existe, aunque si un cine independiente alejado de productoras y estudios importantes en continua expansión con una posición cada vez más definida internacionalmente. Añades después dos títulos «fetén» españoles muy recientes: La herida (Fernando Franco 2013), es una demoledora historia valiente y sin adornos que le sirvió a su actriz protagonista para ganar el premio Goya. Por otro lado la elegante, minimalista y cadente Stockholm (Rodrigo Sorogoyen, 2013) un largometraje fundamental para estar al día de nuestro cine. Premiada y mimada en su realización, tiene que estar en tu próxima tertulia cinéfila.

El paso de los años tiene el poder de convertir en gran reserva, para los modernos, títulos que en absoluto fueron concebidos para ello. De acuerdo que Un perro andaluz  siempre será ultra moderna, sin embargo trabajos como Peppermint Frappé (Carlos Saura, 1967) sorprenderá a más de un interesado por la cultura española contemporánea. Inquietante y eufórica, no por tener casi 50 años se ha vuelto inútil, todo lo contrario, es un gran complemento cultural.

La Bicicleta es un cycle café estupendo situado en el madrileño barrio de Malasaña donde no hace mucho, surgió entre un grupo de forofos de las dos ruedas una avivada discusión musical. Queríamos ponernos de acuerdo en quienes eran los adalides sonoros escogidos por el colectivo hip del panorama patrio. Si The Smiths representan el movimiento a nivel internacional, ¿a quiénes tenemos nosotros? ¿Cuáles son los grupos españoles para estar en la onda? Después de mucho pedaleo retórico, el Tour terminó con la siguiente clasificación:

1. Los Planetas

2. Vetusta Morla

3.Lori Meyers

4.Supersubmarina

A parte de la generación beat, la literatura urbana y postmoderna (nunca la mainstream) es la preferida por la tribu de marras. Roberto Bolaño lo consiguió con 2666su obra póstuma. Pero pocas cosas pueden ser tan cool dentro de la esfera hipster como conocer los méritos de escritores de la talla de Ramón María del Valle Inclán. Alguien que quiera diferenciarse del resto por sus conocimientos literarios españoles, debe de saber que Luces de Bohemia, una de sus obras más importantes, supuso la cima de un nuevo género teatral, el esperpento, una visión crítica, deformada y grotesca de la realidad que acontecía en el Madrid de los años 20. Narrada con un lenguaje atrevido y actual, la obra siempre está de moda y no ha dejado de representarse. Además, alguien que escribió un libro titulado Los cuernos de don friolera no puede ser aburrido.

Valle Inclán recomendaría su obra al mejor de los hipsters, no tengo la menor duda.

 

 

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FIN

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Feliz Navidad

Feliz Navidad

Feliz Navidad

 

Hoy 25 de diciembre no queremos olvidarnos de todos nuestros seguidores y lectores. Los que estáis aprendiendo español, los que por casualidad habéis llegado hasta aquí, los curiosos. Los que esta noche vais a cantar villancicos y comer turrón y los que no también, estéis donde estéis, para todos, de parte del equipo de Syllabus, ¡Feliz Navidad!

El misterio de educar en el arte

Claudia Iza en tu taller de pintura.

Claudia Iza en tu taller de pintura.

 

Es propio de los buenos profesores (y todo un arte) que quieran estimular el potencial creativo de sus alumnos para que fuera de las normas, puedan encontrar su propio camino y crecer desarrollando una identidad. La diseñadora y profesora de pintura Claudia Iza nos recuerda con esta anécdota vivida en primera persona, que no solamente los alumnos aprenden de los profesores. 

En el exterior de mi estudio la lluvia cae con fuerza, insistente y casi musical, mientras, me preparo un té calentito… ummmm. Es un ritual dejarme caer en mi sillón amarillo y esperar de mi última obra, que me hablen  sus pinceladas prusianas y desmedidas que a veces  me complacen y otras me agotan. Por suerte suelo retornar de ese estado por la atención que reclaman mis alumnos.

Es sabido que la comunicación eficaz entre alumnos y profesor empieza por una acertada metodología de enseñanza. En mi caso el mundo de las palabras se transforma en un lenguaje plástico apropiado para cada alumno y su obra.

En una ocasión Arielle, alumna curiosa y decidida, me pregunta: ¿cómo puedo expresar rabia y furia en esta zona de mi pintura?

Le digo yo…vaya…a ver Arielle (pausa), observa  tu pintura y ¡prepárate para la furia! Mezcla, por ejemplo, en tu paleta, amarillo cadmio con carmín de garanza o amarillo con azul cobalto, amarillo con gris de payne, el amarillo es el más voluble, pierde su carácter y se convierte en un crisol de emociones.

OK, dice Arielle, entoces, ¿cuánto de amarillo y de carmín? porque sé que el violeta es  5 partes de azul y 2 de rojo y el marrón 2 de azul, 2 de amarillo y 1 de rojo…(silencio)

ya, le digo, déjate llevar Arielle, dale una oportunidad a tu cerebro, deja que desconecte de lo académico y viva este episodio de colores desordenados en tu lienzo.

Ahhh, umm, (silencio), me mira, (pausa) a continuación observa su pintura y sin pestañear estampa  la paleta de colores en el lienzo, como si fuera una tarta que acaba en un rostro, la gira una y otra vez con rabia y fuerza,  para exhausta y dice ¡uauuu!

Y yo apelo a un Goya anciano, me acuerdo de una litografía de su álbum de Burdeos que se titula “Aún aprendo”.

 

Syllabus es la escuela joven para la gente que ama el español y su mundo. Sigue nuestro blog y disfruta de artículos de interés cultural.

 

Ser o estar, esa es la cuestión.

Verbos ser y estar

¿Es lo mismo ser malo que estar malo?

 

La cuestión que trae de cabeza a tantos estudiantes de español. Los profesores lo saben, los alumnos también. No le des más vueltas. Queremos arrojar un poco de luz sobre este asunto para que veas que distinguir entre los verbos ser y estar es más fácil de lo que parece.

¿La solución?

Aunque no existe una «norma mágica» que nos permita saber cuando utilizar uno y otro y sí varios intentos de diferenciación entre los dos verbos, estamos convencidos de que el método más apropiado y el que más afina en la distinción es el que hemos llamado esencia-estado. El verbo ser lo asociamos con lo esencial o la identidad de algo/alguien, mientras que el verbo estar refleja lo temporal y los estados de la persona.

Ejemplo clásico: Jorge es simpático (siempre lo es. Es parte de su carácter).

Jorge está simpático (ahora, pero no es lo habitual. Es algo pasajero).

Por supuesto existen numerosas excepciones en las que lo esencial en el verbo ser es dudoso: El coche es azul pero lo vamos a pintar de rojo.

A lo anteriormente dicho tenemos que añadir los usos de cada uno:

 

Ser se usa con:

elementos relacionados con la identidad: origen, profesión (soy abogado), personalidad y carácter, nacionalidad, descripción física, raza, género

cosas relacionadas (que ocurren) con el tiempo: acontecimientos, estaciones (en otoño se nota que los días son más cortos), fechas, días, etc.

Posesión. Pronombres posesivos (es suyo).

Estar se usa con:

Los estados físicos, emocionales y mentales de las personas: sensaciones, estados de ánimo, emociones (Estoy muy contento de volver a verte), apariencia física, estado civil (soltero, divorciado).

Lugares: localización de cosas y personas. Pablo está en Sevilla.

Movimiento: utilizamos el presente continuo. Estamos caminando hacia la bahía.

 

¿Es lo mismo ser bueno que estar bueno? Sería una buena pregunta para el doctor House, pero como no sabemos lo que podría contestarnos, vamos a resolverla nosotros. Ser bueno significa ser buena persona, bastante distinto de estar bueno, lo cual hace referencia a ser atractivo físicamente. Bueno tiene dos significados dependiendo del verbo que empleemos. La diferenciación por palabras es (aunque no nuestra preferida) otra manera de diferenciar entre ser y estar.

Fíjate en como estos adjetivos (borracho, listo…) cambian de significado dependiendo del verbo que empleemos:

    SER                        ESTAR

                                                       Borracho:    Alcohólico             Intoxicado

                                                       Listo:            Inteligente             Preparado

                                                       Preparado:  Educado                 Listo

                                                       Vivo:             Despierto               No muerto

                                                       Verde:           Color                     Inmaduro        

 

¿A que no era tan difícil?

 

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El Barco

El Barco de Berria

Imagen publicitaria de mediados de los años 40. Eran tiempos de gloria.

 

Un barco de piedra sobre una playa de finísima arena blanca apenas transitada salvo por los locales. Aquel era un lugar especial. Glamour solitario de frecuencia alta junto al mar. Poesía pétrea incrustada en cristales de sal. Romanticismo soportando tormentas, largos y cálidos veranos y turistas curiosos por ver qué era aquella espectacular construcción.

A mediados de los años 40, la santoñesa playa de Berria era un paraíso deshabitado y salvaje a años luz de cualquier concepto del turismo que hoy día conocemos y allí estaba, imponente, aquel navío inmóvil recién construido. Casi el único lugar con vida de la playa, donde majestuosamente anclado en un paraje auténtico invitaba a dejarse hechizar por la efervescencia de la brisa marina y la espuma de mar mientras desde la terraza se contemplaba el ocaso por el oeste.

Mucho antes de que España conociera su boom turístico en los 60, una mujer pionera y visionaria, doña María Luisa Ibáñez de Betolaza, se adelantó a su época construyendo en 1947 El Balneario, como lo conocían en Santoña, también llamado El Casino por los turistas principalmente franceses o el popularmente recordado por todos como El Barco. Las opciones de ocio en la posguerra no abundaban y menos aún en un pueblo de pescadores, por lo que algo tan avant-garde en la forma y en el fondo, escenario de bodas, banquetes, bailes sociales y homenajes no podía pasar desapercibido.

Un domingo cualquiera de primavera podía ser así: al aparcamiento frontal junto a los jardines que lindaban con la carretera llegaba un Hispano Suiza del que descendían los padres y sus niños. Te recibían impecables camareros de smoking antes de sentarte a comer marisco -pescado a pocos metros de allí- en una mesa cubierta con mantel de hilo. La comida se servía en vajilla de porcelana en el comedor decorado con muebles art decó, cortinones y apliques en las paredes y a través de cuyos enormes ventanales rotúndamente redondos, solo se podía ver el mar. O por qué no, la emoción de sentirse a bordo en una velada amenizada con la música de una orquesta ajena al chaparrón que intentaba traspasar los ojos de buey del barco.

Pero el tiempo no espera por nada. La magia duró tres décadas y como si del exterior de una película se tratara, el encanto Hitchconiano propio del esplendor de los años 50 se fue transformando en la decadencia Polanskiana de los exagerados 70 para desaparecer para siempre en 1981.

 

El Barco de Berria

A pocos lugares la decadencia les sentaba tan bien.

 

El hecho de que ya no exista no hace más que alimentar su leyenda. Los turistas no entienden cuando oyen qué han aparcado sus furgonas en «El Barco», de la misma manera que los jardines hoy desolados, si pudiesen pensar, se sentirían abrumados por el imparable efecto de las barbacoas de domingo y las familias acampadas.

De aquel extraordinario restaurante nos queda el recuerdo, las imágenes y alguna que otra anécdota, como la que cuentan los marineros cuando de noche, al salir a faenar, las luces y la silueta de El Barco les hacía confundirlo con otro pesquero. Permanecen como extraños testigos de otro tiempo el muro de piedra que lo separaba de la playa y el suelo de cerámica azul y blanca que hoy atraviesan los surfistas corriendo a pocos metros de sus olas.

 

Casino de Berria

Detalle actual del suelo del comedor.

Coches de época a la entrada de El Barco.

Coches de época a la entrada de El Barco.

Mi especial agradecimiento a D. José Martín Solaeta por toda la documentación que aportó para este escrito.

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El lenguaje en el viaje.

viajar es aprender

El lenguaje es el vehículo que te hará rodar con seguridad en cualquier país.

 

Están muy de moda las citas trotamunderas, aconsejadoras e inspiradoras de sabiduría asociadas al concepto de viaje como experiencia de vida. Todo pensador, escritor o artista que se precie tiene una que además se puede leer en una fotografía vintage. Es algo viral en la red.

Me quedo con estas:

Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro. Emily Dickinson.

El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando. Unamuno.

El que emplea demasiado tiempo en viajar, acaba por tornarse extranjero en su propio país. René Descartes.

El que no viaja, no conoce el valor de los hombres. Proverbio árabe.

El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla. Isabel Allende.

Dentro de veinte años lamentarás más las cosas que no hiciste que las que hiciste. Así que suelta amarras y abandona el puerto seguro. Atrapa los vientos en tus velas. Explora. Sueña. Descubre. Mark Twain.

No está en ningún mapa. Los lugares verdaderos nunca lo están. Herman Melville.

Sin embargo, echo de menos en las citas que he encontrado algo fundamental e intrínseco en cualquier viaje o aventura. El concepto de lenguaje. La R.A.E lo define así. Sin él, la comunicación retrocede al paleolítico (perdona si este enlace te distrae del texto y se te hace largo pero no he encontrado el de Raquel Welch), aunque sobre esto habrá opiniones, ya que podemos comunicarnos sin hablar.

Se pueden escribir ríos de tinta sobre los beneficios estrictamente lingüísticos de dominar la lengua de destino para el viajero, aunque poco se ha dicho sobre la experiencia emocional que se destila como resultado de dicha competencia lingüística.

Por ejemplo, en tu ansia de explorar nuevas culturas decides aprender español. Viajas a España, Estados Unidos o Sudamérica para dominar el idioma en vivo y llega un momento en el que ya no es tan importante si estás frente a las ruinas de Machu Picchu o en la Catedral de León, España. Entonces te das cuenta de que ya no solo hablas, te comunicas y resuelves situaciones, sino que empiezas a entender como ellos. Captas pequeños matices (distintas formas de decir lo mismo en una misma lengua o largos y elocuentes silencios como ocurre en algunos países de Sudamérica) que trascienden lo puramente conversacional, lees entre líneas lo que oyes y te sientes más que realizado.

Cuando tu lengua madre y tu lengua meta comparten esa aproximación, esos detalles, sabes que ha merecido la pena, que no va a haber una vuelta atrás y que estás rodando en la mejor parte del viaje idiomático.