WANDERLUST

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Wanderlust. Un término de moda que en poco tiempo se ha adueñado de las redes sociales, los blogs y la publicidad. Después de guguelear un rato, la definición más recurrente y precisa que os puedo ofrecer es la siguiente: «Un fuerte impulso o deseo por vagar, viajar y explorar el mundo».

La palabra de origen alemán estaba formada por wandern (viajar) + lust (disfrute). El inglés la tomó prestada y la transformó en lo que hoy conocemos como Wanderlust o pasión por viajar.

Wanderlust nos llama a experimentar lo desconocido. A dejar atrás una rutina sin sentido. Al desafío de lo imprevisible. A arriesgarse a descubrir culturas, estilos de vida y comportamientos nuevos.

 

Fernweh

En español no tenemos una palabra que defina este ansia por escapar y descubrir nuevos lugares. Sin embargo otras lenguas reflejan en su vocabulario el sentimiento o «necesidad de distancia». En alemán se conoce como Fernweh y tiene su antónimo en Heimweh (nostalgia).

 

El turismo idiomático, cada vez más en boga, se asocia con esta modalidad viajera. Queremos una experiencia más completa, algo así como «ya que me abro camino y quiero descubrir un lugar nuevo, por qué no aprender su idioma también». Este enfoque lingüístico-vacacional es la manera más llevadera e inteligente de aprender una lengua. Mejor cultivar un idioma en un ambiente auténtico y si la aventura nos acompaña, mejor.

Pero cuando oímos la palabra Wanderlust nadie piensa en viajes de negocios ni en aburridas excursiones organizadas. Más bien divisamos imágenes de solitarias playas perdidas en alguna parte, autobuses desvencijados dirigiéndose hacia una puesta de sol, sonrisas, parajes montañosos que solo se pueden recorrer con una mochila al hombro y mucho tiempo por delante o pintorescas y vibrantes escenas urbanas cargadas de tipismo y multi-cultura.

Decir de paso que esta tendencia ha sido útil para recuperar la memoria de escritores errantes como Mark Twain, Antoine de Saint-Exupéry, Truman Capote, Pablo Neruda o el español Pío Baroja. De alguna manera los clásicos literarios son los que mejor entienden este deseo de perderse y experimentar lo auténtico. El valor de lo esencial prevalece sobre lo accesorio y lo primitivo, sobre lo flamante y moderno. Si no, que se lo pregunten a Joseph Conrad.

El neologismo en cuestión lleva en su ADN una desesperada huída hacia adelante en la que todas las unidades de tiempo importan, como en una road movie cuenta el conjunto. El viaje como liberación tiene un componente espiritual. Nos influye la clase de desconexión voluntaria que deja pasar aquella información que nos hace sentir bien. Captar los instantes de magia, impagables y nuevos, que nunca se volverán a repetir. De vuelta a casa queremos un yo renovado, en la línea de la conciencia zen.

El tiempo vuela y deberíamos volar con él, o al menos viajar para perdernos o para encontrarnos o como cantaban Los Zombies en 1980 (aquel cuarteto adolescente que puso banda sonora a los primeros años de la Movida), para buscar desesperadamente al ser amado.

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El viajero aprende mejor.

Cristóbal Colón

 

Mucho ha llovido, sobre todo en el norte de España, desde que hace 523 años al chico más espabilado de la clase, un tal Cristóbal, le diera por cruzar el charco en busca del Nuevo Mundo. Colón el explorador no podía ni imaginarse la magnitud de su descubrimiento al desembarcar en Las Bahamas.

Lo que tiene hacerse famoso. Todavía hoy no se sabe a ciencia cierta si su origen era portugués, extremeño, gallego, andaluz, catalán, castellano, genovés (tesis ampliamente defendida) o incluso inglés. El lo ocultó por motivos religiosos, políticos o de clase social. Motivos que podrían haber hundido la carrera del Almirante.

Ni los famosos de hoy ocultan sus orígenes, ni para viajar a otro continente necesitas tu propio navío. Toda una súper generación de jóvenes universitarios, la actual, lo sabe bien y es consciente de lo que cuesta abrirse camino en una globalidad competitiva y conectada en su totalidad. ¿En qué momento se nos ocurriría pensar hace 10 años que los community managers iban a ser piezas clave en las empresas de 2015?

La vida es cambio y hay que adaptarse al medio (he entrado en modo cita sin buscarlo). Tendemos a vivir realizando trabajos que nos gusten cada vez más, que nuestra ocupación profesional sea nuestro hobby y que nos aporte cierta cultura. Como consecuencia la oferta universitaria y de formación en general crece en su heterogeneidad. Se adapta al medio. Los profesionales del coaching y los pilotos de drones nos lo han dejado claro.

El turismo idiomático o lingüístico (“Se llama turismo lingüístico a los viajes que se realizan al extranjero para poner en práctica actividades relacionadas con el aprendizaje de su lengua” (Baralo, 2006)) es producto de la necesidad de aprendizaje y del deseo de expansión en otras culturas. Esta forma de turismo al igual que la nueva ola de trabajos, quiere  embarcar en la misma carabela cultura y lenguaje. Aprender, viajar y divertirnos todo en una misma píldora emocionalmente buena a la que llamamos inmersión lingüística.

Hubiera sido estupendo que Cristóbal Colón y su tripulación hubiesen aprovechado sus numerosos viajes a las Indias (Cuba, Puerto Rico, Honduras o Venezuela) para practicar la lengua indígena y fomentar el intercambio lingüístico. ¿Lo hicieron? De vuelta a casa se hubieran convertido en trending topic entre las celebridades ilustradas españolas. Retwitteados una y mil veces sus préstamos léxicos y creando escuela en el sentido más amplio de la expresión:

El cacique del Caribe bajó de la hamaca y preparó una barbacoa de caimán y tiburón con guacamole. Ensalada de aguacate, tomate, yuca y maíz. Después junto a los micos y las llamas, fumaron tabaco, comieron papaya y bebieron tequila.

Colón era un hombre de mar. Los documentos escritos que conservamos del marino son una amalgama de varias lenguas en los que se pueden leer anotaciones mayoritariamente en castellano pero con evidentes giros lingüísticos naturales del portugués y catalán. A raíz de sus viajes nuestra lengua se enriqueció con novedades léxicas tomadas de las etnias precolombinas como cacahuete y tabaco o canoa y hamaca (estos últimos son los primeros americanismos según explica el almirante en su diario).

El viajero aprende mejor. Lleva y trae experiencias, costumbres, palabras. Contagia su espíritu aventurero. El viajero comprende mejor el mundo y tiene mayor conciencia de la libertad.

Optimismo

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La bombonería santanderina A Petit alegra la vista y el espíritu

Optimismo
 
  1. 1.
    nombre masculino

    Tendencia a ver y a juzgar las cosas en su aspecto más positivo o más favorable.
    «No oculta su optimismo ante el porvenir de la ciencia».
    antónimos: pesimismo

Si no viene hay que salir a buscarlo porque siempre ayuda.

Los cambios de estación, de ciclo, las nuevas aventuras son la oportunidad perfecta para dejar que nuestras velas se inflen con aire fresco hacia el rumbo escogido. A veces, sin darnos cuenta percibimos estímulos que de manera automática van construyendo un episodio de vida desconocido hasta entonces. Una novedad que contrasta, quizá, con la linealidad obstinadamente monocromática o en el peor de los casos el «volantazo» ha sido fruto de un repetitivo y aburrido SOS, Save Our Souls, en el que estábamos enfrascados.

El cambio de aires puede tener muchas formas pero siempre debe de buscar una versión mejorada de nosotros mismos. Es cada vez más habitual ver como la gente joven, consciente del valor de nuestro tiempo, tomamos decisiones que sumen tanto en lo profesional como en lo personal, un ejemplo de ello está en el llamado turismo idiomático, en el que es igual de importante la experiencia lingüística mas allá de nuestras propias fronteras para continuar aprendiendo como divertirnos y descubrir.

En Syllabus llevamos tiempo defendiendo esta tesis. Las reglas, la matemática del lenguaje están en los libros (y de ahí no se van a mover), también la realidad que nos rodea aparece reflejada en ellos aunque sobre esto habrá opiniones,  pero la experiencia real del aprendizaje está afuera en la calle, en el mercado, en una bombonería, en los bares, en la peluquería (la de cosas que se pueden aprender en una peluquería). ¿Te imaginas lo extraño que resultaría descubrir a través de un libro lo que es una lonja, los sonidos y olores que allí habitan, pudiendo visitarla en una clase práctica?

Se aprende mejor de buen humor y con verdadero interés cuando la materia que se nos presenta nos gusta, nos apetece. Una actitud despierta, receptora y optimista es lo que necesitamos. El optimismo se aprende y se contagia, nos da seguridad y mejora la sociedad. ¡Optimicémoslo!

Marcos.