Lo que cuentan los colores

flores rosas en primavera

Verlo todo de color de rosa es una suerte.

 

Uno de los poetas españoles más destacados, Antonio Machado, describía Soria así: «(…) colinas plateadas, grises alcores, cárdenas roquedas (…)»

Como los españoles somos muy espontáneos y elocuentes al hablar, nuestro lenguaje se beneficia de ello. A más de un estudiante de español le ha llamado la atención el alto contenido cromático que habita en nuestras expresiones: «de noche todos los gatos son pardos»; «ponerse rojo como un tomate»; «pasar la noche en blanco»; «pagar en dinero negro»; «estar muy verde»…

El abanico léxico español en cuanto a colores se refiere es muy amplio, como en «azulado» (de color parecido al azul) o «naranja» (semejante al color del fruto de naranja). El español además cuenta con muchísimos nombres de colores que expresan matices intermedios: «verdemar» (verdoso como el mar) o «azul celeste» (azul muy claro).

Existe en Europa una clara tradición muy arraigada en el pasado que opone el color blanco al negro. Este contraste entre «lo claro» y «lo oscuro» tiene un origen primitivo: el día y la noche. Son expresiones españolas referentes a este doblete «más claro que el agua» (claro y seguro) y «ser la oveja negra» (oveja descarriada. Persona de mala conducta dentro de una comunidad o un grupo).

La oposición semántica entre el blanco y el negro tiene mucha fuerza. El blanco simboliza la pureza, la luz y la inocencia, mientras que el negro el mal, la muerte y los problemas. Fijaos en los ejemplos: «un caballo blanco» (una persona protectora) y «tener la negra» (tener mala suerte). Pero existen excepciones que alteran la norma: «pasar la noche en blanco» (no dormir) o «agujero negro» (cuerpo de extrema densidad y gran atracción gravitatoria en el cosmos).

En España utilizamos la expresión «para gustos se han hecho los colores» porque existen millones de colores y millones de cosas que nos pueden gustar o no. Pero cuando se enfrentan la calidad y los gustos el debate se complica porque ¿qué pasa entonces con el buen gusto entendido de forma universal? ¿Le colgamos un depende? A mi entender siempre ha existido el buen gusto y el mal gusto, las categorías. Un Velázquez o un Goya podrían no gustar a pesar de ser máximos exponentes de la pintura española. Estamos pues oponiendo jerarquías en virtud de una calidad contrastada frente a apreciaciones, estilos y complacencias personales.