El HUMOR ABSURDO ESPAÑOL: UNA REVISIÓN OBLIGADA ANTE LA ZOZOBRA DE LOS TIEMPOS.

 

Forges

 

«El humorista no sólo pone de relieve el ridículo de las cosas, sino que, además, evoca la piedad, la ternura, y la compasión en pro de los que sufren. El humorista es una especie de predicador laico. El humor es una manera especial y singularísima de ver y sentir las cosas; es una anticipación, un paso adelante (a veces dado en falso) para romper el ritmo de lo normal». Enciclopedia Espasa Calpe, «Humorismo».

 

¿Qué sería de nosotros sin el sentido del humor? Los que sabemos que no merece la pena tomarse demasiado en serio el mundo y sus malas noticias, valoramos esta píldora emocional, gratuita y necesaria -cada vez más- para los momentos de postración y agobio, también para los otros.

«Intentar definir el humorismo, es como pretender atravesar una mariposa, usando a manera de alfiler un poste telegráfico». Enrique Jardiel Poncela.

Definir que es el humor no es tarea fácil, pero lo que sí está claro es que es algo inherente a cada cultura (las reglas humorísticas se dan por sentadas dentro de cada grupo social o civilización). Lo universal en el humor nace de lo imprevisto, rompiendo tabús y saltándose lo socialmente aceptado/-able. Nos gusta reírnos *de situaciones originadas a partir de un conflicto, conflicto que puede ser real o imaginario (estar dentro de nuestra mente solamente). Por otro lado lo que puede resultar cómico para los japoneses, no lo será para los ingleses o españoles, mientras que *lo trágico y dramático tienen un carácter universal.

*Valgan las secuencias de Woody Allen, todo un erudito en las citadas materias.

Para los ingleses es una manera de llamar la atención y de diferenciarse socialmente «a la alta». Su humor, refinado, inteligente y con un toque de excentricidad, casi siempre está basado en la ironía y en los dobles sentidos. Los norteamericanos son más de contar anécdotas. Entienden el humor como un vehículo para superar las adversidades de la vida. La figura del entertainer, (como en los monólogos televisivos) o los gags son ejemplos clásicos. El español es un humor socarrón y lleno de bromas muchas veces, pero también alcanza cotas mayúsculas de surrealismo y humor negro.

Al rescate del humor absurdo.

Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro. Groucho Marx, 1890-1977.

El humor absurdo patrio tiene su génesis en la posguerra española. Surgió como un bálsamo para escapar de una realidad de penurias y escasez gracias a un grupo de intelectuales post Generación del 27 en el que concurrieron figuras de indiscutible creatividad como Ramón Gómez de la Serna, Edgar Neville, Jardiel Poncela o Miguel Mihura. Cultivaron y pusieron de moda lo que se conoció como «humorismo», un sentido del humor de frecuencia alta que  rompía con la tradición literaria vigente hasta la fecha, triste y realista, y que no perdía de vista las tendencias de vanguardia y cosmopolitas que se extendían por Europa y Estados Unidos.

La Codorniz fue la revista que aglutinó a todos estos autores y muchos otros durante sus casi 40 años de vida. Se autodefinía como La revista más audaz para el lector más inteligente. Otra publicación digna de mención es Hermano Lobo, cuyas portadas, están tan de actualidad hoy como hace 40 años:

« de 12 »

El absurdo es un refugio intelectual (entendiendo el absurdo como una rama cultural literaria y no como una payasada en serie) donde se puede observar la vida desde un plano paralelo, un palco para degustar este «doblete» de la realidad: surrealista, extravagante, irracional y extraordinaria. Un buen ejemplo es el provocador y crítico monólogo El Orador, con el que Ramón Gómez de la Serna sorprendió en 1928:

 

[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=ImV7mBATAro[/youtube]

 

Esta clase de humorismo, a pesar de pertenecer a una época determinada, es eterno y tan exportable y reciclable como lo es la música de los Beatles. Lo que comenzó como un «me rio por no llorar», donde la dignidad del hombre se salvaguardaba, la censura se toreaba y los problemas se olvidaban, es hoy casi un estilo de vida con multitud de practicantes y parroquianos. El humor absurdo hace más habitable la realidad, por eso está en auge de nuevo. Tengo claro que echamos mano de esta fuga a las alturas pseudo-abstractas durante episodios -como este- de frustración social y crisis socioeconómicas como ya ocurrió en el pasado.

 

humor absurdo español

 

El panorama humorístico español está trufado de fenómenos fantásticos para entender el absurdo de manera global. Encontramos dúos televisivos admirados por millones de españoles como Faemino y Cansado, Martes y Trece o los indiscutibles poetas del ingenio absurdo Tip y Coll; estrellas en solitario cuyo particular ingenio nos ha enseñado órbitas nuevas del humor, a destacar Eugenio, Pedro Reyes, Berto Romero, Ernesto Sevilla o Chiquito de la Calzada; humoristas gráficos de gran sensibilidad artística y argumental, algunos de ellos son Chumy Chumez, Forges, Gila, Mingote, Summers o Perich y no podemos olvidarnos de Amanece, que no es poco, película dirigida por José Luis Cuerda en 1988, es la obra cumbre del humor absurdo español. Más que una película, esta comedia delirante se ha convertido en todo un fenómeno social, que no es poco, incluso llegando sus fans a crear un movimiento propio, los Amanecistas. Si no la conoces, puedes verla aquí.

No hay día más perdido que aquel en que no hemos reído. Charles Chaplin. 1889-1977.

 

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Los anglicismos en el español.

Los anglicismos también llegaron a La Mancha.

 

Ángel Palenzuela vuelve a escribir en nuestro blog esta semana. Ésta vez reflexiona (y nos explica) sobre la incorporación de los anglicismos en el español y del riesgo que supone para el buen desarrollo de nuestro lenguaje. «Abrir la puerta» a los extranjerismos de forma abusiva y sin criterio, puede empobrecer nuestra lengua. 

El rápido desarrollo de los nuevos medios y la despreocupación por el lenguaje de la mayoría de sus desarrolladores han propiciado uno de los mayores problemas en el uso actual del español: la utilización y asimilación de términos extranjeros de forma abusiva, irreflexiva y engañosa. Aunque al principio nos pueda facilitar las cosas a la hora de aprender castellano, ya que la mayoría de las palabras adoptadas son de uso universal, este fenómeno pronto se puede volver en nuestra contra. Cuando se trata de ciertos temas como la informática, la mercadotecnia, la moda o las nuevas tendencias, o bien se añaden sin criterio, dando por hecho que se entiendo todo, o parece que importa más el efecto «modernizante» que el contenido. En casos extremos, pero cada vez más habituales, nuestro idioma llega a convertirse en un pseudolenguaje que va perdiendo sus cualidades y adoptando vicios ajenos.

Hay dos formas básicas de adoptar palabras extranjeras. Como nos referimos principalmente a la influencia del inglés, hablaremos de los anglicismos léxicos y los anglicismos semánticos.

Toda lengua se ha formado con una importante aportación de palabras de otros idiomas, conceptos o expresiones que describen nuevas ideas, objetos o situaciones. En nuestro caso serían los anglicismos léxicos, las palabras tomadas del inglés directamente, a veces para nombrar una nueva realidad tecnológica y, actualmente, la mayoría de las veces tan sólo para dar una determinada «identidad», una cierta «apariencia» a una información o producto. Se suelen adoptar tal cual, aunque en el contexto hispanohablante se tiende rápidamente a castellanizar la ortografía y la pronunciación; es el caso de, por ejemplo, la largamente adaptada «fútbol» (football) o la más reciente «bluyín» (blue jean) —esta última una acepción de la RAE polémica en su momento y, en nuestra opinión, superflua—. En algunos entornos el uso y abuso de estas palabras (leggins, low cost,trendy, gym, empowerment, merchanding) llega a menudo a convertir en artificiosos y hasta ininteligibles muchos de los textos que se publican en Internet.

Esta cualidad de las lenguas, que ha existido siempre y es parte intrínseca de su evolución, que resulta en general enriquecedora y que facilita el intercambio y el diálogo, se está convirtiendo entre los hispanohablantes en justamente lo contrario, un impedimento que se mueve entre la afectación y la indiferencia hacia los contenidos. No se trata tanto de que toda expresión nueva tenga que tener su equivalente en castellano, muchos términos son más comprensibles y prácticos si se dejan en su forma original; es más preocupante que, a la hora de expresarse, se suele tomar la vía directa pero menos adecuada: se utiliza una palabra inglesa que ya existe en nuestro idioma —workshop, espónsor, brainstorming, match point…—, o se inventa una nueva versión de una palabra similar pero que no aporta nada, puesto que ya existe un término en castellano que significa lo mismo y ya es de uso corriente —por ejemplo no hace falta decir tutorial cuando existe «tutoría» o «tutela», y tampoco aporta nada la palabra inicializar, que es lo mismo que «iniciar»—.

El siguiente paso en esta tendencia a mimetizarse con el inglés son los anglicismos semánticos, un serio problema porque ya no se limita a la sustitución de la forma, sino que se cambia el significado de una palabra en castellano; por un lado se deja de lado la correcta, que con el tiempo pierde fuerza, y por el otro se desvirtúa el significado de aquella que se ha escogido, no por su significado, sino porque se parece a la palabra inglesa (ordenar por «pedir», solución por «producto», casual por «informal»…). Un ejemplo muy claro de este empobrecimiento es la generalización de la palabra «rutina», que en inglés, tiene un significado más amplio, mientras que en español se refiere únicamente a una acción que se hace sin esfuerzo, por la fuerza de la costumbre; así, working routine sería algo tan distinto como «plan o planificación laboral»,  workout routine «tabla o secuencia de ejercicios», en el ejército hablaríamos de «maniobras» y en el caso de un deportista, de «plan de entrenamiento o disciplina».

Este fenómeno, ya muy extendido entre los hispanohablantes significa, además de un empobrecimiento significativo del lenguaje, una grave deformación de los significados que tiene como consecuencia una considerable pérdida de precisión y claridad. Debemos esforzarnos por entender el significado de las palabras, las de un idioma y las del otro, y recurrir en lo posible a textos que hayan sido traducidos por profesionales.

 

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