Compartir: una explosión.

Palabras que son chispas, déjalas saltar.

Palabras que son chispas, déjalas saltar.

 

Al igual que ocurre con el contenido de las redes sociales, las lenguas se desarrollan y expanden cuanto más se comparten.

 

A muchos de nosotros no se nos ha escapado el hecho de que algo pasa cuando compartimos en internet las «historias» que nos gustan. Pueden llegar incluso a circular con una buena dosis de éxito en función de su calidad y originalidad. En doctrinas como el hinduismo o el budismo el acto de compartir es imprescindible; una «ley» cósmica de retribución trabaja para devolvernos lo que hemos sembrado. Creamos así un motor cuyo combustible es la buena intención y las ganas de avanzar. La teoría del Karma está de vuelta esta vez en forma de bytes.

Cuando compartes contenido con tus contactos de LinkedIn o Facebook (la mitad de los usuarios de internet están en activo en Facebook) o simplemente al tocar el botoncito de «me gusta» se generan unas sinergias que pueden llegar a ser significantes, disparando esas historias de ordenador en ordenador. De ese modo ayudamos a transmitir información y queremos pensar que para bien. Es la cultura de la colaboración, los intercambios «win-win» muy presentes también en el mundo empresarial que ayudan a producir mejores resultados frente a la competencia, el peso se reparte de forma sostenible y ganamos todos.

¿Tenemos una nueva medicina ? Es nueva y es de toda la vida, sólo cambian las herramientas.

Con las palabras pasa lo mismo. Viajan con nosotros de país en país cuando aprendemos un idioma, las tomamos y las prestamos, viajan cuando las escribimos después de haberlas escuchado por los auriculares en forma de canción y al hablar por teléfono. Después de una estancia larga en el extranjero nuestros amigos captan novedades en nuestro habla. En resumidas cuentas, las compartimos, se han compartido siempre, desde que existen los manuscritos, pero nunca, y no me estoy arriesgando mucho al decir esto, como hoy.

Lo más curioso entre el paralelismo palabras y actividad social en internet, es que al comunicarnos todos compartimos. Compartimos incluso sin darnos cuenta: con solo abrir la boca y articular una cadena de sonidos comprensibles estamos cooperando. Somos máquinas de compartir un lenguaje en constante evolución.

La diáspora verbal, cada vez más veloz, brinca de la calle a la televisión y se afianza en el diccionario. Nos acostumbramos rápido a oír cosas como «lo cool que fué hacer flyboard en Ibiza las pasadas vacaciones», el flujo de neologismos, barbarismos y expresiones que vuelan de boca en boca -o mejor dicho de boca en oído- convierten la conversación en una explosión que hace saltar chispas. Nuestro idiolecto se enriquece cuanto más nos comunicamos, compartimos el vocabulario y asimilamos el ajeno. Solo hace falta hablar.

¿Por qué?

Necesitamos comunicarnos para vivir y comunicarnos es compartir.

 

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Gracias.

Abundancia de trastos

 

You photo genie!

You photo genie!

 

Article in Spanish /English

 

Tan secretamente familiar como fácil de conectar con las palabras de abajo, el título de este artículo lo explica todo de un vistazo.

Desde que formo parte de la industria de la educación y, más en concreto, en los últimos cinco años, me he convertido en lo que se puede llamar un «hombre orquesta electrónico». Es bueno, una ligera sensación de estratega académico emana de todo esto. También es el reflejo cristalino de nuestros días: saber un poco de todo en lugar de ser un erudito en un asunto concreto.

Cantidad de plataformas virtuales nos acompañan desde que comienza hasta que termina el día. La verdad, algunas son una extensión indispensable de nuestra vida laboral o estudiantil y a veces de nuestras manos cuando viven en un Smartphone. Tienen además el poder de edulcorarla y hacerla más fácil. Algunas se lo ponen muy fácil a nuestro público (y al público de nuestro público) para que puedan enterarse de esa escapada de fin de semana a Roma, «selfie» con gladiadores sonrientes en frente del Coliseo incluido; algunas rapidísimas perlas espontáneas de sabiduría. Otras han despertado al geniecillo en nuestras almas convirtiéndonos  en maestros del objetivo para mostrar una «realidad» siempre alegre…

Llenamos nuestras vidas laborales y personales con cada mensaje, «me gusta» y seguimiento, pero que no se nos olviden las posibilidades de aprendizaje interactivo que estas plataformas que también son aparatos ofrecen, o al menos tengo que llamarlas así para este artículo, diseñadas y enfocadas para la evolución de las capacidades del estudiante: blogs que ponen en circulación artículos  nuevos y originales, Skype acercándonos a lugares remotos o webs como Linguistadores que ofrecen a los estudiantes un aprendizaje incluso más personalizado (hola Brittany, hola Jozef, espero que estéis bien). A ese bigote verde tan guay y a estas letras difuminadas de color veraniego en Helvética les espera un largo camino juntos.

Condición sine qua non es que todos estos “trastos” en la educación tienen que servir a los estudiantes para lograr sus objetivos, si no, habremos creado un envoltorio precioso, pero hueco.

→ Quiero romper una lanza en favor de Instagram con este consejo para profesores: etiqueta una #palabra que quieras tener controlada y utilízala a través de la aplicación en una clase práctica con fotos.

 

A SAUCERFUL OF GADGETS

 

As secretly familiar as easy to connect with the words below, the title of this article explains it all at a glance.

Since I entered the education industry and specifically in the last five years, I have become what could be called an «electronic one-man band». It’s nice, it makes me feel a bit like an academic strategist. It is also the crystal clear reflection of the days in which we live: we value knowing a bit about everything rather than being expert in a single subject.