La educación para alcanzar la libertad.

La educación debe crear personas libres. Imagen: Pink Floyd, The Wall (película) 1982.

La educación debe crear personas libres.
Imagen: Pink Floyd, The Wall (película). 1982.

El revuelo político facilita el revuelo lingüístico. Lo hemos estado viendo estos días. En España, la cantidad de veces que se puede escuchar en los medios el «compañeros y compañeras» es directamente proporcional a la proximidad de unas elecciones o en su defecto a momentos de alta intensidad política.

La propaganda contemporánea difundida por autoridades culturales y políticas de dudosa categoría muchas veces, nos atiborra de mensajes facilones, repetitivos, dogmáticos, de escasa calidad (lingüísticamente al menos) con la intención de que compremos, votemos o pensemos de una manera determinada. No es algo nuevo. Cuando se trata de movilizar grandes audiencias en beneficio propio, la honestidad suele puntuar a la baja.

Este delirio de movilización de masas  -ciudadanos y sus tarjetas de crédito-, tiene un arma increíblemente eficaz: el lenguaje.

El lenguaje es tan maleable como peligroso en la manos equivocadas (las opiniones más ruidosas bien lo saben gestionar) y su manipulación, termina por ser una manipulación de la conciencia, una manipulación del ser humano.

C.S. Lewis ya sugirió estas cuestiones en su magnífico libro La Abolición del Hombre, 1943. Una obra lúcida y atemporal enormemente recomendable en la que diagnostica la sociedad actual.

El comienzo del libro no puede ser más vigente: «Dudo de que estemos suficiente atentos a la importancia que tienen los libros de texto de la enseñanza primaria. Esta es la razón por la que he elegido como punto de partida para estas reflexiones un pequeño libro de Lengua destinado a los ‘niños y niñas de ciclo escolar básico’. No creo que los autores (pues eran dos) de este libro pretendieran hacer daño con él y tengo una deuda con ellos o con su editor, por haberme enviado un ejemplar de regalo. Pero, a la vez, no puedo decir nada bueno de ellos. Por tanto, me encuentro en una situación bastante comprometida. No quiero poner en la picota a dos modestos maestros en activo que han hecho lo mejor que sabían hacer; pero tampoco puedo callar ante lo que considero que es la orientación real de su trabajo. Por lo tanto, prefiero silenciar sus nombres».

Lewis advirtió hace mas de 60 años de las consecuencias nefastas de un sistema educativo en manos de un Estado manipulador y dirigista cuyo objetivo es transformar las mentalidades juveniles como pilar para un cambio social en el que los valores firmes y las referencias políticas, culturales, sociales… quieren ser veladas:

“Pero los que moldeen al hombre en esta nueva era –vaticinaba el autor – estarán armados con los poderes de un estado omnicompetente y una irresistible tecnología científica: se obtendrá finalmente una raza de manipuladores que podrán, verdaderamente, moldear la posteridad a su antojo”.

La educación debe de crear individuos libres, no dirigidos ni dependientes.

Sin querer caer en tópicos tremendistas, he querido rescatar  3 obras indispensables de la ciencia ficción que en su día imaginaron un futuro tan pulcro como vacío y tan controlador como anulador consecuencia de una ausencia educativa auténtica. La realidad global que vivimos la intuyeron Ray Brádbury, George Orwell y Aldoux Huxley en sus novelas.

La temperatura a la que el papel arde es a 451º Fahrenheit. Ray Bradbury profetizó en 1953 el «infierno» de conformismo que caracteriza nuestros días. Su más laureada obra, Fahrenheit 451, nos sitúa en un futuro donde el gobierno tiene idiotizada a la sociedad a través de la televisión y de mensajes que se repiten como mantras. El conocimiento y la libertad de pensamiento suponen el mayor peligro, por eso los bomberos se dedican a quemar libros. A convertir en cenizas la más mínima capacidad de reflexión e ideas propias.

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Probablemente la novela distópica mas completa y coincidente en aciertos respecto a nuestros días sea 1984 de George Orwell. Se trata de una novela futurista y política publicada originalmente en 1953. Supuso una severa advertencia por la incorporación de conceptos como «La policía del pensamiento», «La habitación 101» destinada a profundizar y utilizar los temores del individuo hasta quebrarlo, o el omnipresente, enigmático y controlador «Gran hermano» (resulta como mínimo paradójico que uno de los éxitos cumbre de la telebasura se haya apropiado del término), personaje inspirado en Stalin pero que nunca se deja ver, lo que hace pensar que se trate de una invención para infundir miedo y respeto a los ciudadanos, fórmula que sabemos efectiva hoy día.

Completa la trilogía el también visionario Aldous Huxley:

«Las palabras pueden ser como rayos X si se usan apropiadamente: lo atraviesan todo».

Un Mundo Feliz, (1932), tiene notables semejanzas con 1984 en lo que a crítica social futurista y sociedad deshumanizada se refiere. Nos encontramos aquí un mundo altamente tecnológico y totalitario en la que sus habitantes son «cultivados» in vitro según la función que vayan a tener. Viven en una falsa felicidad sin saberlo, consumen Soma cuando afloran sentimientos de tristeza, una potente forma de evasión sin efectos secundarios, por tanto no hay peligro. No existen los problemas, lo importante es mantener a los individuos felices para que produzcan igual que han sido producidos ellos en una cadena de montaje. No existe el arte, ni la familia, ni los sentimientos pues podrían hacer descarrilar el conformismo y la obediencia.

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Es imposible no pensar en lo actuales que son estas 3 historias y en las líneas paralelas que se entrecruzan entre ellas. Los autores coinciden en que la raíz de los males del mundo tiene su origen en lo que es el hombre. La parte positiva es que sabemos que una verdadera educación independiente de intereses de minorías poderosas es la llave de la libertad auténtica. Esa que hace que el hombre tenga un completo control de sí mismo.

Influenciado por Orwell y Huxley, George Lucas dirigió THX 1138, su primera película, en 1969. El espectador se encuentra con una sociedad futurista, narcotizada y subterránea (literalmente) dedicada a la producción donde el amor está prohibido. Al igual que en la literatura antes mencionada, es necesaria la figura del insurrecto que dé sentido a la historia arrojando esperanza donde aparentemente no la hay.

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THX 1138 es el nombre del protagonista de una sociedad esclavizada con el fin único de producir.

La contrapartida musical se llama Pink Floyd. Trabajos como Animals (1977) o especialmente su excelente The Wall (1979) exponen la explosión producida en el individuo consecuencia de un dirigismo frustrante y alienante.

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Lo básico para aprender un idioma.

Las emociones y la imaginación potencian el aprendizaje del idioma.

 

Esta semana escribe en nuestro blog la filóloga Patricia Barrajón, profesora de español especializada en literatura española y experta en la selección de materiales didácticos en diferentes instituciones educativas a nivel nacional. Actualmente desempeña labores de asesoría y orientación en el ámbito del e-learning para profesores de idiomas. 

 

El otro día en un artículo de un popular periódico español se hablaba de como un excéntrico millonario se deshacía de toda su fortuna para vivir con tan solo 15 objetos. Entre las 15 cosas “necesarias para vivir” se encontraban un portátil, 4000 $ y tres pantalones, lo cual nos lleva inevitablemente al concepto de pragmatismo por el que aboga James Altucher, que así se llama el americano minimalista y protagonista de esta historia. Si bien no tengo intención alguna de llevar a cabo las ideas de Altucher, si me pareció un buen punto de partida para escribir acerca de las cosas “necesarias para aprender un idioma”.

«Entendemos por motivación el motor interior que nos mueve a llevar a cabo acciones para conseguir cualquier objetivo que nos propongamos en la vida, y más aún cuando aprendemos una lengua».

Parece que un elemento importantísimo del que no podemos prescindir es la motivación (del latín motivus que significa ‘causa del movimiento’) ya en la etimología de la palabra entendemos por motivación el motor interior que nos mueve a llevar a cabo acciones para conseguir cualquier objetivo que nos propongamos en la vida, y más aún cuando aprendemos una lengua, dadas las características propias de este tipo de aprendizaje, que a diferencia de otros, se produce de manera cíclica. Abstenerse aquellos que no cuenten entre sus atributos personales grandes dosis de constancia.

Es evidente que la ganas de aprender, la curiosidad o el tener una mente abierta, así como el universo de las emociones nada tienen que ver con aspectos puramente lingüísticos. Mucho se ha escrito acerca de la afectividad y las emociones en el aprendizaje de una LE (Lengua Extranjera), la importancia de ello podría resumirse en la frase de Arnold: “Attention to affective aspects can lead to more effective language learning” (Arnold, 1999).

Tampoco sobra a la hora de aprender un idioma contar con la imaginación en tanto en cuanto entendemos la imaginación como la capacidad de ir más allá, de crear imágenes o situaciones mentales a partir de conceptos abstractos del nuevo sistema lingüístico, ya sabemos que una imagen vale más que mil palabras y si se trata de ayudar a generarlas en el idioma que queremos aprender, tanto mejor.

Aquellas personas dotadas de una buena memoria parecen tenerlo más fácil a la hora de aprender idiomas. No podemos desvincular la memoria de cualquier proceso de aprendizaje y tampoco del de un idioma. No podríamos producir enunciados en un idioma extranjero si no fuéramos capaces de  reconocer las palabras y las estructuras que hemos escuchado con anterioridad. De la misma manera funciona en el aprendizaje de la lengua materna. De ahí que podamos reproducir nuevos enunciados gracias a la memoria que actúa como registro de dichas estructuras y nos permite usarlas en nuevos contextos.

No podemos olvidar como ingrediente básico el estar expuesto al input o lo que es lo mismo encontrarse en una situación de inmersión total. Si bien no todo el mundo puede tener la suerte de aprender en el país de origen la lengua que queremos aprender durante una temporada, si tenemos algunas soluciones como ver películas en versión original, leer en el idioma que queremos aprender o mantener conversaciones con hablantes nativos.

Si, además, contamos con un buen diccionario, bien en versión online, bien en formato de papel, tendremos una herramienta más para aprender el vocabulario. Si hay algo que resulta complicado de aprender un idioma, muchos estarán de acuerdo en que se trata de la adquisición del vocabulario. Todos recordamos las interminables listas de palabras, de las que con un poco de suerte conseguimos recordar 3 o 4, ya que está  demostrado que nuestra capacidad está limitada a aprender un promedio de 10 palabras nuevas al día.

Con toda seguridad habrá muchas más cosas útiles para aprender un nuevo idioma, pero éstas son básicas y nos pueden caber en una bolsa, como al Sr. Altucher.

 

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Seamos optimistas y aprendamos mejor.

 

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Hazte un selfi

Selfi, sin la «e» final del inglés (autofoto o autorretrato son alternativas adecuadas en español al término inglés), fué la palabra del año en 2014 según la Fundéu BBVA. Su presencia en los medios e interés lingüístico hicieron que el vocablo fuera merecedor del galardón.

Traigo a colación esta simpática anécdota que le ocurrió a Violeta Castelo, una persona encantadora aparte de una excelente lingüista. Cuando le preguntaron dos turistas en Allariz, Galicia si les «podía sacar un selfi», no lo dudó un segundo pero la hizo pensar en el significado del nuevo vocablo: una fotografía es un selfi si el fotógrafo es simultáneamente la persona siendo fotografiada.

Este artículo es un vistazo al nuevo lenguaje que arrasa en las redes sociales.

 

selfie

 

Si  volvemos la vista atrás y nos fijamos en el lenguaje de la publicidad a lo largo de las últimas décadas, veremos claramente cómo ha evolucionado el uso de la imagen. Imágenes de modelos estupendas mostrando su mejor sonrisa no han dejado de copar la revistas para venderte esto o aquello. De la misma manera que la fotografía  y el diseño revolucionaron el lenguaje  en la publicidad, los selfis lo han hecho en las redes sociales.

El autorretrato no es algo nuevo pero ahora que somos nosotros mismos los dueños de nuestras parcelas sociales, la autopromoción es parte del juego. Fotografiamos cosas y nos fotografiamos a nosotros con ellas; con amigos de excursión o captando el sol hundiéndose en el mar a nuestra espalda. El selfi tiene que ser un concepto interesante para los psicólogos porque nos gusta comunicar siendo nosotros partícipes en primer plano. Queremos inmortalizar una vivencia  (o un corte de pelo) y que se nos vea.  La clave está en que tu imagen cuente la historia.

Ten en cuenta que…

1El contenido de tus redes sociales es una «extensión de tu vida». Puedes poner lo que quieras, normalmente acorde con el tono idealizado/-ante y buenrollista de marras, aunque de cuando en cuando conviene darle al botón de la autocrítica para evitar, por ejemplo, una trayectoria «egopictórica» de las que rayan el friquismo más autocomplaciente. Y si no fijaros en aquellos miramelind@s (lo de la «@» es para ambientar) cincuentones que retransmiten su vida a golpe de obturador.

2El autorretrato nos retrata en el sentido literal de la palabra pero también en el sentido figurado. Lo que mostramos a los demás, el cómo queremos que nos vean dice mucho de nosotros. No atiborres tu Facebook de selfis cada vez que veas un Ferrari y lo quieras en la foto o posando delante de un yate de lujo si tu motivación en la vida son las causas humanitarias y los más desfavorecidos por favor.

3. No hagas mucho caso del punto 1 ni sientas que tu ego se infla como un globo aerostático al publicar foto tras foto. Hazte muchas y si es con un famoso mejor. Disfrútalas y compártelas con todos. Esta forma de comunicación funciona así, es una tendencia comunicativa asumida y si no, ¿para qué ponen dos cámaras en los móviles? No creo que sea un error de fábrica… sabían lo que hacían.

4. Tenemos brazos largos pero no tanto. La primera vez que vi un palo-selfi me pareció el colmo del narcisismo. Pero pensándolo bien, no es más que una extensión justificada de la tendencia «autofotil». ¿Acaso no nos autorretratábamos utilizando un trípode? Se trata de uno de esos gadgets que dejan de ser raritos a los 5 minutos de usarlos. Por cierto tienen ventajas fantásticas, como autofilmarse haciendo snowboarding…

No me quiero ni imaginar el hambre que debía tener el primer hombre que se comió una langosta, pero seguro que pensó «no fue tan mala idea, repetiré». Con este artilugio nos ha pasado lo mismo.

5.Si la vas a subir a Instagram justo después de hacerte la foto, no te olvides de comprobar lo que hay en los 180º que se escapan de tu campo de visión. Escanea los alrededores, ¿por qué? busca la palabra Photobomb en Google y hallarás la respuesta.

¡Socializa y haz buenas fotos!

 

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Hablar mal no está tan mal

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¿Quién no lo ha pensado alguna vez?, una palabrota en el momento adecuado, solo o con audiencia, sienta de maravilla y es un remedio instantáneo.

-¿Cómo?

-Tal cual, sigue leyendo y te convencerás.

 

Elocuencia garantizada

Lo saben hasta los niños, el «taco», grosería, palabrota, insulto, juramento, ordinariez (¿alguien conoce más sinónimos?) tiene su ciencia, pero ojo, no vale todo. La clave está en disparar la palabra malsonante en el momento preciso. Entonces no te sentirás lleno de ojos que piensen, valga la sinestesia, «joder que maleducado», sino que esos ojos pensarán «¡bingo!». Un taco bien colocado no cabe duda que da brillantez y expresividad al lenguaje, es una cuestión de calidad del habla.

 

Insultar con gracia

No pretendo hacer apología de la mala educación ni del hablar mal, es más, como prueba de lo anteriormente dicho fíjate en lo que decían algunos de nuestros más ilustres escritores:

Camilo José Cela. Cela es mucho Cela y muchos hombres al mismo tiempo, conocía el poderío del taco, lo defendía y practicaba con precisión.

Esta es una de sus anécdotas más ingeniosas:

Tuvo lugar en el Senado el 19 de junio de 1977, donde Cela ocupaba un escaño por designación real. Durante la sesión, el presidente de la cámara llamó varias veces la atención al escritor al que había sorprendido echando una cabezadita. Con tono autoritario le despierta y reprueba…

-El senador Cela estaba dormido…
El aludido respondió:
-No, señor presidente, no estaba dormido sino durmiendo…
El presidente pica el anzuelo:
-¿Acaso no es lo mismo estar dormido que durmiendo?
Y el Nobel le da una lección de lengua española:
-No, señor Presidente, como tampoco lo es estar jodido que jodiendo.

Otro ejemplo es el término «coño». Como interjección se utiliza para expresar sorpresa, enfado o distintos estados de ánimo («¡qué coño pasa!»). Es una muletilla conversacional manifiesta y habitual. El escritor gallego, académico, Premio Nobel y famoso por su espíritu provocador peleó hasta que la palabra formó parte de las páginas del diccionario de la RAE.

En el siglo XVII (también llamado Siglo de Oro) Quevedo era un maestro del insulto. Un espadachín del verbo.

“Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen”.

Con un estilo mordaz y agresivo que iba «directo al hueso», pretendía ridiculizar a su eterno rival Góngora. Por todos es conocida la mala relación que tenía con él, llegando incluso a lo personal. Le dedicó perlas como estas:

 

«Yo te untaré mis obras con tocino

Porque no me las muerdas, Gongorilla,

Perro de los ingenios de Castilla,

Docto en pullas, cual mozo de camino».

 

A sus insultos, Góngora respondió:

 

«Anacreonte español, no hay quien os tope.

Que no diga con mucha cortesía,

Que ya que vuestros pies son de elegía,

Que vuestras suavidades son de arrope».

 

Góngora y Quevedo, enemigos más allá de las letras.

Góngora y Quevedo, enemigos más allá de las letras.

 

Pero su ataque más famoso al escritor cordobés está en estos versos:

 

Érase un hombre a una nariz pegado,

érase una nariz superlativa,

érase una nariz sayón y escriba,

érase un pez espada muy barbado.

 

Era un reloj de sol mal encarado,

érase una alquitara pensativa,

érase un elefante boca arriba,

era Ovidio Nasón más narizado.

Que te llamen «ectoplasma» o «coloquinto» hoy en día puede ser hasta bueno, lo digo por lo de aprender dos palabras nuevas, ya que estamos en un momento donde la lectura y el input léxico vienen determinados por la cantidad de horas frente al smartphone. Si el que te insulta es el capitán Haddock, marinero borrachín y malhablado que cuando está «en vena» es un maestro del insulto inteligente, simpático, cargado de imágenes subacuáticas y de bichos raros, incorporarás a tu vocabulario un repertorio insultantemente original.

 

Sé original

Aprovecha, puestos a insultar haz como Haddock y lúcete. Un poco de excentricidad convertirá tus «insolencias» en algo divertido. Una buena idea es mirar al pasado y elegir entre términos «descatalogados». Lo vintage y lo barroco unidos en busca del insulto ideal:

El español tiene palabras denigrantes que descalifican y con las que probablemente el descalificado no se dará por aludido:

Chiquilicuatre:»mequetrefe»,»tonto»,persona, frecuentemente joven, algo arrogante e informal. Persona de poca entidad y entrometida, mediocre y con escaso nivel social y económico. Equivale a otras como «zascandil» o «chisgarabís».

Petimetre: según la RAE, la palabra proviene del francés petit maître, es decir, “señorito”. Persona joven que se preocupa en exceso de su aspecto y de vestir según la moda, aspirando a que lo vean como un aristócrata. El término aparece en la obra de Molière de 1671, El burgués gentilhombre en la que un miembro de la clase media aspirante a aristócrata está obsesionado con demostrar una elegancia que no le corresponde. ¿No tiene este término un poco de hipster o… al revés?

Cantamañanas: Persona informal, fantasiosa, irresponsable, que no merece crédito. Alguien que se compromete a cosas que es incapaz de realizar. Durante el Siglo de Oro «mañana» se utilizaba para mostrar desacuerdo o expresar contrariedad con alguna cosa. Así, cuando se le pedía a alguien que hiciera algo que no quería, la respuesta podía ser:

– Mañana harélo.

A lo que se replicaba:

– Ya cantó mañana

Insultar tiene su arte y la lengua española es de gran riqueza. Tener desparpajo es tener estos insultos en tu idiolecto: botarate, cabestro, carapan, soplagaitas, cazurro, cebollino, sabandija, hurón, gilipuertas, percebe, crápula, zoquete, tordo, cansalmas, algarrobo…

 

El beneficio personal

Las groserías son parte de nuestra vida, las pronunciamos de media 0,5 veces al día. Saltémonos los aspectos culturales sobre qué es y qué no es una grosería y pensemos en sus propiedades persuasivas y analgésicas, que las tiene, está estudiado.

Al pronunciar groserías estamos comunicándonos de manera intensa sin recurrir a la violencia física, es decir, la tensión acumulada se manifiesta con palabras (malsonantes eso sí) en lugar de actos. Los mensajes ganan en contundencia, captando la atención de nuestro interlocutor.

El psicólogo Richard Stephens ha revelado en un estudio que las palabrotas pueden hacer el dolor más soportable. Ayudan a reducir el dolor físico (y espiritual si se me permite). «He reflejado, que quienes pronunciaban groserías soportaban el dolor más tiempo que quiénes no lo hacían, dado que su ritmo cardíaco aumentó posibilitando la tolerancia al dolor».

 

Resumiendo, si crees que te va a beneficiar física y emocionalmente, que vas recuperar y divulgar términos en desuso, que te van a entender con lucidez y que se van a reír contigo, sé un poco malhablado o  mejor dicho sé extra-ordinario.

 

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El cerebro bilingüe toma el control

Bilinguals go further.

Los bilingües van más lejos. Bilinguals go further.

 

Hemos leído mucho sobre las ventajas de ser bilingüe: se optimiza nuestra interacción social y laboral; trabajamos mejor realizando varias tareas a la vez; rendimos más; mejora nuestra capacidad de abstracción; nos concentramos mejor y nuestro cerebro permanece «en forma» durante más tiempo frente al Alzheimer.

Conviene decir que, aunque en menor grado, el bilingüismo también puede acarrear desventajas de tipo social y psicológico.

Pero hay algo que diferencia a los hablantes bilingües de los monolingües. Me refiero a la capacidad superior del hablante bilingüe para tomar decisiones. Según un estudio de la Universidad Pompeu Fabra, «El cerebro bilingüe es más flexible y se adapta mejor a los cambios del lenguaje. Por ello, los monolingües utilizan más que los bilingües áreas cerebrales propias del lenguaje (como el giro temporal medio izquierdo), mientras que los bilingües utilizan más áreas relacionadas con el control del lenguaje (como el cingulado posterior). Sin embargo, no se encontraron diferencias entre bilingües y monolingües cuando escuchan palabras».

Por ejemplo, imaginemos un americano de paseo por el casco antiguo de una ciudad española. Entra en un bar y haciendo gala de su cultura vinícola charla con el camarero sobre que variedad elegir. Cada clase de vino conocido le evocará recuerdos, emociones y sabores distintos que le transportarán a lugares y contextos pasados, pero también tendrá facilidad para «entender» marcas desconocidas. Las personas bilingües mejoran lo que la ciencia llama su «flexibilidad cognitiva» sobre las monolingües, una habilidad relacionada con la creatividad y las emociones que les permite adaptarse mejor a los cambios y procesar información de manera más eficiente para tomar una decisión final (función ejecutiva). Nuestro viajero americano por el hecho de ser bilingüe, tendrá mayor capacidad de organización en la «bodega» de su cerebro para procesar la información nueva.

Existe la creencia de que el cerebro de los hablantes bilingües es distinto del de los monolingües. Es un mito. No existen regiones cerebrales «especiales» propias de los bilingües. Creer algo así equivaldría a decir que los tenistas tienen distinta estructura ósea en las manos.

Lo que sí ocurre, es que al hablar dos idiomas estamos manejando dos subsistemas lingüísticos independientes entre sí, y al igual que con el deporte, cuanto más se practica mejores serán los resultados finales. De lo que no hay duda es de que el hablante políglota tiene mayor capacidad de comunicación verbal: conocimiento metalingüístico, competencia lingüística, pragmática y motivación.

Vamos, que los bilingües pueden presumir de súper-cerebro.

 

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Del Kronen al Paraíso

José Ángel Mañas

Es una de las piezas clave de la literatura española de los años 90. José Ángel Mañas, Josi para los amigos, sacudió el panorama literario patrio cuando en 1994 publicó su best-seller «Historias del Kronen «. Libro de cabecera de la etiquetada como Generación X  y primero de una nutrida trayectoria que culmina con la presentación estos días de «Todos iremos al paraíso«, una novela de suspense de las que «vuelan» en las librerías. Pero dejemos que nos lo cuente él mismo.

¡Ah! Te deseamos mucha suerte, aunque donde hay talento, la suerte sobra.

 

CARTA DE JOSÉ ÁNGEL MAÑAS, AUTOR DE ‘HISTORIAS DEL KRONEN’ Y ‘TODOS IREMOS AL PARAÍSO’:

 

Querido Marcos: me ha alegrado recibir tu mensaje a través de Facebook, y también saber que tu empresa Syllabus sigue funcionando así de bien. De joven –porque eras muy joven cuando nos conocimos en Santoña- eras un chaval tan díscolo, que se me hace raro volver a encontrarte convertido en todo un empresario exitoso. Antes que nada, pues, enhorabuena por tu trayectoria.

Tú también me felicitas por mi última novela, «Todos iremos al paraíso», y aprovechas para interesarte por qué es lo que he estado haciendo a lo largo de estos últimos años. Me preguntas por mi ya extensa trayectoria novelística. En efecto, han pasado más de veinte años desde que «Historias del Kronen» se publicara por primera vez, y aprovechando que somos portada de la revista Leer en el mes de abril, que Luis Mancha estrenó recientemente su imprescindible documental «Generación Kronen», y que aparece una nueva edición de esta novela (ya van unas cuantas), voy a compartir contigo algunas reflexiones, de viva voz, a propósito de mi, para muchos, sorprendente trayectoria. Mi arranque, como recordarás, fue fulgurante, gracias entre otras cosas al apoyo del Premio Nadal y a la película de Montxo Armendáriz. Y la continuación fue previsible: seguí explorando la veta realista abierta en una serie de novelas que prolongaban el universo kroneniano: «Mensaka», «Sonko 95», «Ciudad rayada», «La pella» y «Mundo burbuja». Todas ellas forman parte de un mismo mundo noventero, y todas irán reapareciendo, en breve, en la editorial Stella Maris.

Aquella coherencia primera en lo temático dio lugar a que alguno de mis detractores considerara a principios de los dos mil que yo era un autor repetitivo e, incluso, que estaba agotado. Curiosamente, para entonces yo ya estaba trabajando en nuevos proyectos que, por alguna razón, acapararon todos los años dos mil y la primera mitad de la década siguiente. De entrada, junto con mi coautor Antonio Domínguez Leiva, escribimos y publicamos catorce novelistas cortas, de un centenar de páginas cada una, que eran una reivindicación del pulp y de la serialidad antes de que se pusieran de moda las series. En total, casi dos mil paginas que forman las dos temporadas de «El hombre de los veintiún dedos», que aparecieron publicadas, unas en la editorial Dolmen, otras en Algaida («El quatuor de Matadero», para mí lo mejor de la serie) o en Booket. Paralelamente, acometí la incursión en el género policíaco, propiamente dicho, con «Caso Karen» y «Sospecha», dos novelas protagonizadas por los inspectores Pacheco y Duarte; en el histórico, con «El secreto del Oráculo», donde recreé las conquistas de Alejandro Magno; en el ensayo, con La literatura explicada a los asnos. Todo ello amén de una serie de libros menores como mis aforismos estéticos o una recopilación de mis mejores artículos. La experiencia que adquirí tanto en la novela histórica como en el articulismo o el ensayo han cuajado en el folletón que llevo publicando desde octubre en el diario El Español, en la sección cerrada del mismo, donde recreo día a día lo que fue el año 1936, y que aparecerá el año que viene en forma de libro: un nuevo elefante de 700 páginas. Por suerte para los aficionados a mi ficción, en estos tiempos estoy volviendo al género novelesco, y vuelvo con ganas de ligereza y de dar a mis lectores de siempre el más puro deleite narrativo.

Por eso reaparezco ahora con un thriller taquicárdico que retoma la veta que arranqué con «Soy un escritor frustrado», y conecta de nuevo con el formato y el estilo de mis novelas noventeras. Mi objetivo, con «Todos iremos al paraíso», ha sido que el lector disfrute al máximo con un texto lúdico al cien por cien, ameno y entretenido y lleno de suspense. Es mi obra más “hitchcokiana”, por decirlo así, y marca mi retorno a un tipo de ficción que sé que los lectores de «Kronen» apreciarán. Y nada más. Solo quería dar, con esta novela, una alegría a todos los que, como tú, esperabais que volviera a la narrativa más contemporánea y actual. No quiero hacer spoiler, pero estoy seguro de que os encandilará la historia de esta mujer tan peculiar que, tras verse envuelta en un accidente banal, a raíz de una serie de consecuencias aciagas y mediando un cúmulo de malas decisiones, va a acabar convertida en una asesina múltiple. En fin, te envío junto con esta carta la novela, o sea que ya dirás qué te parece. Estoy seguro de que, sabiendo que conoces los escenarios en los que se desenvuelve la novela, te va a divertir mucho. Un fuerte abrazo,

José Ángel Mañas.

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