El neoespañol. El nuevo delirio en el que todo vale.

El Aquelarre

El neoespañol deforma el lenguaje de la misma manera que Goya deformaba los personajes de sus Pinturas Negras. Imagen: El Aquelarre (1819-1823), Francisco de Goya.

 

«Dos excesos deben evitarse en la educación de la juventud; demasiada severidad, y demasiada dulzura». Platón (427 AC-347 AC) Filósofo griego.

Así de sopetón, algo que se llama neoespañol como mínimo debería generar curiosidad. ¿Qué es eso de neoespañol?  El neoespañol es una nueva forma de lengua que deforma el uso canónico del idioma de diversas maneras: utiliza palabras y expresiones erróneas o inexistentes; emplea formas verbales mal conjugadas y empobrecedoras; confunde agrupaciones consonánticas y consonantes simples; memoriza palabras, pero desconoce su significado, como en «al concursante ganador no le gusta hablar de su vida intrínseca»; minimiza y empobrece el vocabulario; crea neologismos incompresibles a partir (generalmente) de malas traducciones; ignora las reglas ortográficas, léase el clásico «haber» por «a ver»; incorpora conjunciones y preposiciones que son puro desvarío; gusta de ser extravagante y presuntuoso («captar el pulso» en lugar de «tomarlo») complicando intencionalmente algunas palabras ya existentes o abusando de otras reiteradamente («un poco de por favor»)… por citar algunas de sus claves.

Dicho de otra manera, esta nueva lengua consiste en escribir y hablar cada vez peor.

El neoespañol y su espíritu imparable de conquista lingüística no se detiene. He aquí algunas muestras de este nuevo delirio parlante:

«Se me erizan los bellos».

«Desde el punto de vista de la sinceridad».

«Ahorcar los hábitos» en lugar de «colgar los hábitos».

«Me se enamora el alma».

«Me conozco el recorrido como anillo al dedo», al preguntar por ejemplo la dirección a un lugareño.

«Tirar las campanas al vuelo».

«Poner la carne de punta», esta creación es fantástica; proviene de la fusión de dos modismos clásicos: «poner la carne de gallina» y «poner los pelos de punta». «Pelos» que a su vez tienen la capacidad capilar para derivar en extrañas metamorfosis como «poner los bellos en punta». Vete tú a saber, a lo mejor no tardamos tanto en oír «poner los guapos en punta»…

¿Cómo podría un profesor de español explicar a sus alumnos que «está cayendo una trompa de agua»? Tal vez podrían preguntarle por el elefante. Cuando esta clase de fenómenos se extienden (estos errores se propagan a velocidades increíbles) corremos el peligro de llevar lo grotesco del lenguaje a los que deberían cuidar de él, los profesores y sus aulas, los informativos y su audiencia o los académicos y sus normas gramaticales.

¿Dónde encontramos esta forma de habla? Desgraciadamente lo copa todo: artículos de prensa, tertulias en la radio, traducciones literarias, un mitin político y por supuesto campa a sus anchas y se siente muy a gusto en los vastos dominios -y también bastos- de la telebasura, donde por lo general, todo vale.

Lázaro Carreter, filólogo, antiguo director de la Real Academia y pionero en detectar este mal, se dirige a los practicantes del neoespañol a través de estas 4 leyes, «pocas pero augustas que rigen en la utópica Ciudad de la Palabra«:

1. Habla y escribe de modo que todos te entiendan y reconozcan en ti un conciudadano civilizado.

2. Procura que tu idioma, construido por tus predecesores a lo largo de varios siglos, y en el que se expresa una noble y gigantesca comunidad cultural, continúe permitiendo que ésta exista.

3. Sé humilde: deja que sólo innoven los que saben. Si eres mentecato, no por decir relax, prioritario, tema, en base a,dejarás de serlo.

4. Sólo humanos habitamos en la Ciudad de la Palabra; no la conviertas en zahúrda.

Los hablantes cuyo español tradicional no haya sufrido los embates (hay quien dice «embistes») de la «neolengua» apreciarán el libro Guía práctica de neoespañol escrito por Ana Durante. Una detallada recopilación en la que se retrata la magnitud del descalabro en cuestión exponiendo los «pecados», que no los «pecadores»,  porque según Durante «no quiero perjudicar a ningún trabajador que pudiera ser identificado por sus pifias verbales”.

Citando textualmente a la autora, “El neoespañol es una forma de comunicación que está sustituyendo al español a marchas forzadas y que produce fenómenos lingüísticos paranormales”.

Por otro lado sabemos que la lengua es un ente vivo y cambiante. De ahí que exista una continua lucha entre dos tendencias en el empleo del idioma: la centrípeta, en la que los hablantes quieren mantener la lengua intacta y la centrífuga: los hablantes introducen nuevas palabras en el lenguaje, adoptan extranjerismos, modifican expresiones, reinterpretan lo ya establecido, etc. Por tanto es muy complicado para el lingüista a través de la corrección idiomática, saber que es correcto y que no en la lengua que utilizamos a diario, por lo personal que resulta para cada hablante. Lo subjetivo frente a lo estrictamente lingüístico.

Entra aquí si quieres aprender más sobre este tema.

Para terminar y «quitarle hierro» al asunto, ¿cuál es tu muestra (palabra/ expresión) de neoespañol preferida?

 

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5 thoughts on “El neoespañol. El nuevo delirio en el que todo vale.

  1. Enhorabuena por tu blog, Marcos. Lo acabo de descubrir y me encanta. Hagamos lo posible por conservar la riqueza de nuestro idioma, por su adecuado uso y por evitar las barbaridades, de inculto, grosero, tosco, según el diccionario de la RAE.

    1. Estimado Luis, gracias por tus palabras y sí, empujemos en la buena dirección del idioma.

      Estás invitado a escribir en este espacio cuando quieras, lo agradeceremos todos.

  2. Me encantó tu artículo. Es una pena que nuestro idioma se esté degenerando tan rápidamente dentro como fuera de sus fronteras. Como maestra de español en los EE.UU. intento «limpiar» el lenguaje que hablan mis alumnos de herencia hispana. Soy persmisiva en el uso de sus regionalismos pero me pongo a barrer con la escoba cuando escucho cualquier uso indebido de nuestro idioma.

    1. Inma, afortunadamente hay buenos profesores que «vigilan» nuestra lengua. Por cierto, me ha encantado lo de «me pongo a barrer con la escoba».

      ¡Gracias!

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